Argentina es un país con una gran cultura fierrera. Tenemos un territorio extenso en el cual las rutas y las grandes ciudades son una característica que nos vinculan fuertemente al uso del auto como medio de transporte y a la vez como una forma de vivir. Somos un país de gente que no puede vivir sin auto, aunque no lo necesite para moverse. Casi como el fútbol o el asado. Y al igual que existen las rivalidades en el fútbol, o el gusto particular por el punto de cocción de la carne, en el mundo automovilístico también hay una línea que lo separa en dos bandos: caja manual o caja automática.

Una elección que décadas atrás no tenía debate, la manual al piso era la ganadora por amplia mayoría. La falta de desarrollo técnico mecánico de la industria automotriz local, o el desinterés del conductor argentino, o probablemente ambos asuntos hayan sido motivo de la falta de fomento de esta solución a la caja de cambios del auto. Lo cierto es que durante años la preferencia de la caja manual estuvo vinculado a cuestiones mecánicas (la aceleración y la reacción de la manual muy por encima de la automática); a la mencionada cuestión de falta de oferta, aquellos vehículos automáticos que podían llegar a tener una performance mejorada tenían un precio poco competitivo respecto de un manual de igual o mayor gama; finalmente el consumo de combustible, batalla que la caja automática supo perder durante mucho tiempo, pero no por siempre.

Con el correr de los años, la mejora de la tecnología de las cajas automáticas comenzó a reducir la brecha de ventajas con respecto a las manuales, haciendo que la decisión racional vaya dejando lugar al gusto personal. Hay una sensación que muchos conductores no quieren abandonar, y es la de tirar cambios según lo pida el auto, o bien según el carácter del quien maneje.

Desde 2013 en adelante, hasta fines de 2017, de la mano del aumento de la oferta de automáticos y de las notables mejoras, esta sensación de pasar los cambios dejó de ser prioridad para mucha gente ya que las ventas de vehículos “sin embrague” se triplicaron.

Parece que la decisión pasa por el test, una vez que la incredulidad o la indecisión se enfrentan con un automático, nada vuelve a ser igual.

Para vos ¿Cuál es la mejor opción?